Hubo una vez un hombre. Uno de tantos. Vestía gabardina y sombrero. Guardaba una pipa en el bolsillo interior pero no llevaba tabaco.
Nunca le conocí, pero todas las mañanas esperaba impaciente el tren en mi estación; todas las madrugadas, regresaba. La pipa sin humo en la boca, la gabardina ligeramente arrugada, el sombrero impoluto. Lo sé porque soy vigilante nocturno y coincidíamos a mi salida y entrada.
Un día después del trabajo decidí seguirle. Descubrí que cambiaba de vagón en cada estación y de tren en cada intercambiador. El trayecto duró todo el día.
No sé si intuía que alguien le seguía. No sé si era él quien perseguía a alguien; a algo. No sé si pretendía despistar a la vida. No sé si desconocía su destino. No sé si lo logró.
miércoles, 12 de junio de 2013
sábado, 8 de junio de 2013
El nombre del viento
A veces juego a averiguar en qué momento perdí el rumbo y me adentré en el bosque pero en mi cabeza sólo hay árboles que me impiden buscar en sus profundidades balanceando sus hojas para llevarme donde ellos quieren.
Así que yo me estoy dejando porque, tal vez, ellos sepan la salida.
Así que yo me estoy dejando porque, tal vez, ellos sepan la salida.
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