domingo, 1 de julio de 2012

La cicatriz es el recuerdo de la herida.

cicatriz.
(Del lat. cicātrix, -īcis).
1. f. Señal que queda en los tejidos orgánicos después de curada una herida o llaga.
2. f. Impresión que queda en el ánimo por algún sentimiento pasado. 

Pienso en mí misma, y en lo tranquila que era de pequeña. Si nunca hice travesuras, ¿de dónde han salido todas estas cicatrices que marcan mi piel? Recuerdo cómo al bajar de un árbol me rocé con una rama y me hice la del antebrazo. Recuerdo que caí de espaldas jugando al fútbol y me hice la de la rabadilla. Las cicatrices de rodillas, ingles y cadera sé que fueron por una caída en la piscina cuando podía decir mi edad con los dedos de una mano. Todas las demás son cicatrices en blanco, no sólo por su color.

La caída en la piscina fueron unos rasguños, pero hubo una temporada que tuve las rodillas blancas; ahora se ve menos. La del brazo ni siquiera sangró. La menos imponente y en su momento realmente dolorosa fue la del fútbol.

A pesar de esos pocos e insuficientes argumentos, sé que estoy en lo cierto si digo que, cuanto mayor es la cicatriz, menor fue el daño.

Nuestro cerebro está programado para olvidar los sentimientos más agudos con los que ha trabajado. Y, sin duda alguna, el dolor es el más intenso, únicamente equiparado con el miedo. Cuanto más fuerte fue el dolor, menos lo recordamos.

Situaciones desagradables, palabras dichas o excluidas, acciones impulsivas... De ellas ha quedado la sensación desagradable que dejó el dolor. Piensas en lo que ocurrió "Estábamos los dos, de pie, él me dijo algo y sé que fue muy duro, porque no pude evitar echarme a llorar.", pero todo el recuerdo está borroso e inconcluso.

Nos miramos de forma introspectiva y vemos un parche aquí, otro allá, una tirita de elefantes, unos puntos mal dados. ¿De dónde ha salido todo eso, que yo no lo recuerdo? El tiempo ha pasado, la herida se ha cerrado con el olvido y quedan los remiendos propios o ajenos.

Pero del olvido no se aprende, por eso conservamos otras sensaciones. Miro los elefantes y pienso que debo ser más comprensiva con papá. Miro los puntos y sé que en el amor no sólo hay besos y dulces palabras, y que debo tener más cuidado a la hora de elegir en quién confiar.

El dolor no nos hace más fuertes, a no ser que lo tomemos como el primer suceso del principio de causalidad. El dolor es debido a la herida, que cicatriza y nos enseña. Las muchas heridas producen un sentimiento de inseguridad, nos hace sentir frágiles. Pero son las enseñanzas adquiridas lo que nos hace fuertes.

Aún así, es un alivio que, como un iceberg, se vea poco en la superficie del dolor más profundo. No se presume de las heridas de guerra, porque todos sabemos que algo se perdió en la batalla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario