Siempre quise ser pelirroja y peligrosamente preciosa. Conquistar con ojos verdes y un cielo de pecas a las que mil hombres pudiesen pedir deseos. Medir unos centímetros más para ver la luna en la noche un poco más de cerca. Tener acento inglés.
Podría haber tenido una voz bonita de la que un desconocido se enamorase cuando me oyese pedir un café para llevar. Podría haber continuado con las clases de piano y tener un medio de expresión que no fuesen las propias palabras, sino la música propia. Podría haber desarrollado más el don de la escritura que el de la lectura.
Ojalá hubiese ido a clases de ballet cuando era pequeña para ahora saber mantenerme en equilibrio en la cuerda floja del día a día. Ojalá también algún arte marcial para poder enfrentarme al monstruo de debajo de mi cama y al que me convierto ciertas noches de luna nueva.
Debí aprovechar las oportunidades que tantas veces dejé pasar. Hacer caso a mi madre cuando me decía que entendería las cosas cuando fuese mayor en vez de alimentar mi ego. Defenderme como me enseñó mi padre.
Mi diario debería haber sido de sueños, y tendría ahora más de mil historias que leer cuando no puedo dormir.
Debería haber dicho todo lo que pensé, a riesgo de herir(me). Tendría que haber sido más valiente. Podría haber aprendido a quererme antes.
Pero no sería yo.
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