Mi sistema sensorial ya no funciona correctamente, pues ha creado una correlación con los cinco elementos y ahora estás en todas partes.
El olor a comida recién hecha es desayunos en tu cama y cenas fuera de casa. El olor a hierba es la siesta en el parque las tardes de verano. Limón y menta son ahora tu colonia, y muero por enfrascar el olor de tu pelo recién lavado. Como el agua en el que se diluyen las rosas para obtener su perfume, yo me diluyo en ti.
El tacto de las sábanas se ha vuelto piel, y me enredo en ellas como si de tus manos se tratasen. Me escondo, giro y duermo acunada. El agua de la ducha ya no es agua sino lengua y saliva, y acaricia cada zona de mi piel con tanta presión como pureza. Me sobra la ropa si estás cerca, y ahora en verano permanezco en estado febril. Como el fuego que destruye los bosques para empezar una nueva vida, yo ardo en ti.
El sabor del té recién hecho son tus besos a media tarde. El frescor de los helados me provocan sed de ti. Las fresas con leche condensada, cada orgasmo. Las lágrimas saladas de tristezas y alegrías. Como la tierra en la que crece el alimento, yo crezco en ti.
Ahora puedo escuchar el aire incluso cuando no está en movimiento. Escucho la risa de la brisa que me levanta la falda y se esconde entre mis piernas; me aferro a ella cuando no puedo coger tu mano. El piar de los pájaros cada mañana suena a despertares de besos. La pasión de las tormentas me mantiene atada a las horas en tu cama. Mi vida tiene ahora banda sonora. Como el aire que nos mantiene con vida, yo vivo en ti.
Te miro y te veo. Nos veo. Diviso dos senderos muchos kilómetros atrás, y que ahora son uno por el que caminamos juntos. Hay piedras con las que tropezar, muros que escalar y abismos que sortear. Pero qué es eso comparado con nosotros. La realidad no es cruda, sino fascinante. Somos éter, porque formamos un espacio que es sólo nuestro.
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