—Me he metido en problemas -él dijo-. Si no le importa, prefiero estar solo.
Pero había algo en el aire, compartieron una mirada en silencio y todo fue comprendido. Susie atrapó a su hombre y le dio un apretón en la mano mientras la lluvia le dejaba unas lágrimas.
Conduciendo a través de la ciudad hasta Temple Station hubo lloros en el asiento de piel. Susie sabía que era un hombre de familia, pero el mundo se le había llevado abajo.
Así que le empujó contra la pared y los besos ardieron como el fuego. Y, de repente, él empezó a creer. La tomó entre sus brazos y, sin saber por qué, comenzó a ver.
No te vayas. Nunca te rindas. Esta vida es maravillosa.