Paseando por un centro comercial una tarde de verano, te encontré. Estabas entre el misterio y lo juvenil, tan bien vestido. Tu mirada me decía: "te daré placer que aún no has conocido". Decidí hacerte mío.
Pasamos tan buenos ratos en el sofá, en la cama, en la piscina. Tumbados, sentados, recostados. Risas, miedos, sonrisas y alguna que otra lágrima. Éramos tan felices.
El tiempo pasó y, como ocurre siempre, nuestra relación se fue enfriando. Pero, aunque ya no estábamos tan unidos, yo siempre volvía a ti.
Un día te dejé ir con otra. Merecías que otras manos te acariciasen, necesitabas volver a dar todo lo que yo ya había obtenido.
Y no volviste. Y me dolió.
Odio que no me devuelvan los libros.
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