sábado, 15 de diciembre de 2012

El vacío está lleno de nada.

Dicen que la cama está menos vacía cuanto más ocupas. Por eso cuando duermo sola, que es un siempre intercalado de suspiros en tu cama alguna que otra noche que el azar quiere traer, me estiro hasta alcanzar las cuatro esquinas de la cama, sintiéndome su dueña y señora, y me tapo con el nórdico hasta las cejas.

Repaso lo que he hecho durante el día y lo que quiero hacer el siguiente. Si hará mal tiempo y podré ponerme jerséis calentitos y sacar las botas del armario. Y cuando todo lo accesorio está decidido, dejo vagar la mente para terminar en ti. En nosotros. Porque igual que todos los caminos llevan a Roma, todos los pensamientos van al amor.

En ese momento es cuando todo el poderío comienza a evaporarse con el calor que me envuelve y yo empiezo a encoger, a temblar por el aún frío tacto de las sábanas, y termino hecha un ovillo ocupando tan poco espacio que me creo transparente.

Las noches no están para pasarlas solo, que dormir sin compañía no es sensato. Alguien tiene que protegerte de tus sueños y, de vez en cuando, infundirlos y alentarlos, que la soledad no es algo físico y de héroes no está el mundo lleno.

Pero, puestos a jugar, que caiga ya el sueño aunque, un día más, mi cama esté llena de tu ausencia y yo sobre por los cuatro costados.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Wonderful life, Hurts.

En un puente que cruza el río Severn la noche de un sábado, Susie conoció al hombre de sus sueños.
—Me he metido en problemas -él dijo-. Si no le importa, prefiero estar solo.

Pero había algo en el aire, compartieron una mirada en silencio y todo fue comprendido. Susie atrapó a su hombre y le dio un apretón en la mano mientras la lluvia le dejaba unas lágrimas.

Conduciendo a través de la ciudad hasta Temple Station hubo lloros en el asiento de piel. Susie sabía que era un hombre de familia, pero el mundo se le había llevado abajo.

Así que le empujó contra la pared y los besos ardieron como el fuego. Y, de repente, él empezó a creer. La tomó entre sus brazos y, sin saber por qué, comenzó a ver.

No te vayas. Nunca te rindas. Esta vida es maravillosa.


martes, 13 de noviembre de 2012

Seis y medio.

Soy cada hoja de tu libro favorito. Antes completamente blanca, ahora tatuada con poemas de amor e historias de miedo; jugando a ser detective y trabajando como profesora. Siempre azafata de vuelos mentales.

Esclava del deseo de tus dedos recorriéndome, aquellos humedecidos en tu saliva. Rózame suave. Siénteme. Puedes llenarme de lágrimas, seré consuelo. Échame de menos, que aquí estaré esperándote.


No me dobles, no me pintarrajees, no me rompas, que yo también tengo sentimientos.

Seis.

Soy la primera hoja que cae del árbol; verde o marrón como los granos de café. Me dejo llevar por el viento que me arrancó de mi hogar para jugar al pilla-pilla con cualquiera que intente alcanzarme.

Subo y bajo; asciendo y desciendo; avanzo y retrocedo; me elevo, me alzo; me derrumbo, me caigo. Me enredo entre tu pelo y te hago cosquillas en la nariz.


Y termino en el suelo, sucia y mojada, como alfombra de quien camine sobre mí.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Seamos juntos.

Es algo que no acertaría a expresar, mas estoy segura de que tú, como todo el mundo, abrigas una vaga idea de lo que hay, o debe haber, fuera de ti algo de tu propia existencia. ¿Qué valor tendría el haber sido yo creada si toda yo estuviese en lo que aquí ves? Mis grandes penas de esta vida han sido las penas de Heathcliff. Todas las he visto venir y las he sufrido desde el principio. Mi única razón de vivir es él. Si todo lo demás sucumbiera y él quedase, yo continuaría viviendo; pero si lo que quedase fuese lo demás y el desapareciera, el mundo me sería ajeno en absoluto, y yo no parecería siquiera de este mundo. Mi cariño por Linton es como el follaje en el bosque. El tiempo lo transformará, lo sé, como transforma el invierno los árboles. Mi amor por Heathcliff se asemeja a las rocas inmutables que están debajo: manantial de escasa alegría, aparentemente, pero necesario. ¡Nelly, yo soy Heathcliff! Está siempre, siempre, en mi alma; no como un gozo, puesto que no soy en todo momento un gozo para mí misma, sino como mi propio ser.
Cumbres borrascosas, Emily Brontë.

martes, 30 de octubre de 2012

Llueve.

Quien relacione la felicidad con un día soleado no sabe que el amor es calor cuando el mundo es frío. El calor de un café recién hecho. El calor de una manta. El calor de un libro.

No sabe que bajo las sábanas hay miles de cuentos por inventar y que los puedes leer con los dedos. Que no hay mejor banda sonora que la lluvia.

domingo, 14 de octubre de 2012

Small bump, Ed Sheeran.

Eres sólo un bultito no nato, en cuatro meses vendrás a la vida. Tal vez tengas la mala suerte de sacar mi pelo pero tendrás los ojos de tu madre, su sonrisa y su hoyuelo en la barbilla. Las uñas del tamaño de medio grano de arroz y los párpados cerrados para abrirse con una pequeña sacudida muy pronto.

Sostendré tu cuerpo en mis manos y seré tan tierno como pueda, porque hasta ahora sólo eras parte de unos planes sin hacer. Podrás tumbarte a descansar conmigo, con tus minúsculos pies, mientras estás medio dormido. Te dejaré estar así para poder mantenerte a salvo.

Hablaré en voz baja y sólo te diré la verdad. Aunque no estés dentro de mí, tú serás mi futuro. Puedes envolver mi pulgar con tus dedos y agarrarte fuerte. Todo irá bien. Eres incomparable.


Eras sólo un bultito no nato, cuatro meses y te arrancaron de la vida. Tal vez te necesitasen allí arriba pero aquí aún no entendemos por qué.

sábado, 13 de octubre de 2012

Cinco.

Soy un barco a la deriva por el mar de tus sábanas, por el cielo de tus sueños. Navego sin rumbo fijo, atracando en los puertos de tu piel, levando anclas como suspiros. Voy y vengo con el vaivén de tus caderas y termino encallando en una playa desierta, donde me vuelvo náufrago de tu cuerpo.


Culpo al viento que mueve las olas que son tus manos y me hace sentir tan sola y envidiosa. Pero no me amedrento y me convierto en sirena para bucear en ti.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Yo soñador y tú sueño.

Vamos, ven a mi árbol en flor, esta noche apagaremos la luz y dejaré pares de gafas sobre tus brotes. Con la punta de tus ramas rayarás la bóveda celeste y sacudirás el tronco invisible que sostiene la luna. De nuevo caerán los sueños como una nieve tibia a nuestros pies. Tus raíces en forma de tacón de aguja las plantarás en la tierra, firmemente ancladas. Deja que me suba a tu corazón de bambú, quiero dormir a tu lado.
 La mecánica del corazón, Mathias Malzieu.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Hablando en plata.

He decidido leerme Sobre la libertad, de John Stuart Mill, antes de esta entrada para verificar un par de cosas con un entendido en la materia.

Estos últimos días he oído hablar tanto de la libertad de expresión que me ha dado dolor de cabeza y ha provocado que saliese a la luz —de mi bombilla, al menos— la ligereza con la que se utilizan ciertas palabras, ateniéndose a la parte de su significado más conveniente. En este caso, quiero referirme a la ya mencionada libertad.

En la RAE hay dos acepciones muy apropiadas para lo que quiero exponer.
libertad.
(Del lat. libertas, -ātis).
1. f. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.
5. f. Facultad que se disfruta en las naciones bien gobernadas de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres.

Cada uno es responsable de todo lo que hace y todo tiene sus consecuencias. Somos libres de decidir dejar algo para más tarde, ya sea hacer la compra, tareas domésticas o sacar al perro, y hasta de estas cosas tan simples pueden surgirnos contratiempos, como quedarse sin café, ningún plato limpio o el perro haciendo sus necesidades en la alfombra del salón. Pero son casos que afectan a uno mismo.

El problema surge cuando nuestros actos afectan a alguien más, y es que vivimos en una sociedad. A parte de nuestro derecho de libertad, tenemos unos deberes para con ella. Somos libres de emborracharnos en el bar de la esquina, pero se nos prohibe conducir en ese estado no sólo por nuestra seguridad, sino por la del resto.

Esto quiere decir que "para aquello que no le atañe más que a él, su independencia es, de hecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su espíritu, el individuo es soberano." Sin embargo, en el momento en que las acciones también recaen sobre otros, se es responsable del mal que estas puedan causarles.

Pero nos limitamos a identificar este mal como daños físicos y apenas recordamos el psicológico. Cuántas veces habremos escuchado la expresión violencia verbal y cuántas otras no le hemos tenido la suficiente consideración. El maltrato psicológico es aquel en el que se humilla, desprecia y minusvalora a la persona, tanto su autoestima como sus creencias y opiniones. Y en una sociedad donde a todos nos gusta llevar la razón —una razón ni siquiera absoluta— no es difícil sobrepasar esa línea entre defender tus argumentos y despreciar los del otro.

En una discusión entre un monárquico y un republicano, un ateo y un creyente o un homosexual y un heterosexual, "se debe condenar a todo aquel, sea cualquiera el lado del argumento en que se coloque, en cuya defensa se manifieste o falta de buena fe, o malicia, o intolerancia de sentimientos." Porque forman parte de una sociedad y la libertad de expresión del primero termina cuando comienza la violación de la libertad de pensamiento del segundo.
"Sin ninguna duda, el modo de proclamar una opinión, aunque sea justa, puede ser reprensible e incurrir con razón en una severa censura."
Todo está en el cómo, en la forma. Tratamos como oro en paño temas sobre enfermedades físicas o mentales, desgracias personales y catástrofes naturales, pero no creemos que los temas más polémicos por su diversidad de opiniones merezcan dicha consideración porque —desde cualquiera de las posturas— se cree que aquel que no piensa igual está equivocado y es su deber sacarle de su error.
"La humanidad llegará pronto a ser incapaz de comprender la diversidad, si, durante algún tiempo, pierde la costumbre de verla."
Es una pena que una teoría humanitaria no pueda sustituir al egocentrismo como la del Sol sustituyó a la geocéntrica.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Mr. Brightside, The Killers.

Al fin salgo de esta prisión, y es que lo he estado haciendo bastante bien. Mi psicólogo dice que es normal deprimirse cuando uno lo quiere todo y no puede conseguir más que migajas. Sé que lo nuestro empezó con un beso, ¿cómo ha podido terminar así? ¿Cómo he podido terminar así? Fue sólo un beso, un jodido beso. Ahora no puedo sacarla de mi cabeza. 

Intento dormir mientras oigo cómo ella llama a un taxi, directa otra vez a sus brazos. En el balcón él fuma y le ofrece una calada, copa de vino en mano. Ahora se van a la cama y mi estómago comienza a revolverse, aunque sé que todo está en mi cabeza. Pero ella comienza a tocar su pecho y él a desabrocharle el vestido. Oh, por favor, no puedo más, esto está matándome. Estoy perdiendo el control.

Celos. Voy tirando piedras al mar, nadando a través de nanas enfermizas que intentan calmarme, ahogándome con cada nuevo pretexto. Pero este es el precio a pagar, el destino está llamándome, abriendo mis ansiosos ojos. Porque soy el Sr. Optimista.

martes, 18 de septiembre de 2012

Mi monstruoso secreto.

Que todos tenemos un monstruo escondido en nuestro cuarto es conocimiento general. Dónde lo escondemos es ya harina de otro costal: tras la puerta siempre abierta, en el armario, entre los papeles de un escritorio desordenado, con los calcetines o bajo la cama. En este último lugar está el mío. Puesto que siempre tengo la puerta cerrada y el armario lo abro con demasiada frecuencia, que mi escritorio siempre está ordenado y mis calcetines son muy preciados, no me quedan muchos más lugares.

Cuando era pequeña me daba tanto miedo que cada vez que entraba en la habitación rezaba porque estuviese en modo invisible y miraba rápidamente bajo la cama. Menos mal que nunca le veía. Por las noches le dejaba una botella de agua y me envolvía en las sábanas para que no me hiciese cosquillas. Dormía con la luz ligeramente encendida, porque quizás le tenía tanto miedo como yo a la oscuridad.

Pero fui creciendo, y las historias de miedo pasaron a dejarme sólo un mal sabor de boca. Comencé a vivir un poco más y a olvidar en cantidades mayores. Aprendí que en la oscuridad se daban los mejores juegos; que las sábanas sobran si tienes piel donde descansar. Y él desapareció de mi mente.

Un día cayó un pendiente bajo mi cama y al asomarme vi restos de lágrimas en el suelo. Vi a mi monstruo en un rincón, decaído y temblando como un gatito abandonado. Entonces comprendí. Comprendí que siempre le había tenido miedo porque era diferente. Comprendí que se escondía debajo de mi cama para ayudarme a soportar mi propio peso y que el agua le ayudaba a evaporar mis pesadillas. Que con los pocos rayos de luz podía ordenar mis ideas y plantar cara a otros monstruos que se atreviesen a entrar en mi cuarto, protegiéndome de arriba a abajo con mi sábana convertida en acero. Comprendí que siempre había envidiado en secreto su invisibilidad porque él podía evitar enfrentarse a sus problemas. Y desde que ya no había luz, ni sábanas, ni monstruos que detener, él había perdido el propósito de su vida.

Siendo la culpable de su desdicha, busqué una solución. Y la encontré. Ahora mi monstruo es peluquero y esteticista. Se encarga de mantener el maquillaje de mis uñas intacto si me voy a dormir sin que se haya secado. Evita las manchas de rimmel en la almohada cuando las lágrimas comienzan a caer. Y lo mejor de todo: se encarga de cepillarme el pelo. Todas las noches lo dejo caer por un lado de la cama y él cepilla y cepilla desde su escondite. E hila, trenza y se divierte mientras me regala sueños sin enredos.

Imagen del libro Where the wild things are, de Maurice Sendak.

Los monstruos pueden ser grandes y feos, pero su maldad ha sido implante nuestro. Discriminándolos por ser diferentes, por ser lo que hemos hecho de ellos, cuando no existe peor rechazo que el del creador a su criatura. Lo mejor es aceptarlos y aprender a convivir con ellos. Tal vez llegue un día en el que aparezca en su lugar un lindo gatito que se pasee entre tus pies y se cuele en tu cama como una lección aprendida.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Estacióname.

Si busco el otoño tras cada esquina de esta ciudad es porque el frío me hace sentir menos sola. Porque frío externo y frío interno es calor; como menos y menos, más. Los días son grises, ni buenos ni malos, sino calma. De alma, como a mí me gustan. De pasar el tiempo mirando por la ventana con el pensamiento perdido. De ver tu nombre escrito en el viento. De la lluvia cayendo, que es mi canto de sirena y me hace naufragar tras el cristal.

El calor corporal se vuelve más valioso, por lo que la necesidad de un cuerpo con el que fundirse aumenta y me hace buscarte a cada instante. Pero no siempre estás. Y yo sólo deseo superar el récord de desnudarte, hacer desaparecer todas esas capas de ropa que nos protegen del frío externo, para que sea nuestro frío interno el que haga arder la soledad. Y arrullarnos debajo de las sábanas hasta que comience la tormenta de madrugada, y tus rayos recorran mi piel mientras tus ojos chispean y truenas en mí.

Pero también puedo saltar en los charcos yo sola, y ver cómo caen las hojas y se revuelve mi pelo. Abrigarme tanto que únicamente se me pueda reconocer por los ojos y sólo tú puedas hacerlo. Creerme mosquetero por la capa, las botas y el paraguas. Caminar sobre baldosas amarillas, verdes y marrones, e ir haciéndolas crujir para crear mi propia banda sonora.

Te digo "ven", otoño, porque quiero jugar.

lunes, 30 de julio de 2012

Cuatro.

Soy una ficha de dominó que ha entrado inevitablemente en tu juego, amor. Y, al igual que en el de la vida, todos terminamos cayendo.


Soy la espera para estar junto a otra pieza con puntos en común. Pero soy una ficha en blanco.

domingo, 29 de julio de 2012

Deseosamente mía.

Siempre quise ser pelirroja y peligrosamente preciosa. Conquistar con ojos verdes y un cielo de pecas a las que mil hombres pudiesen pedir deseos. Medir unos centímetros más para ver la luna en la noche un poco más de cerca. Tener acento inglés.

Podría haber tenido una voz bonita de la que un desconocido se enamorase cuando me oyese pedir un café para llevar. Podría haber continuado con las clases de piano y tener un medio de expresión que no fuesen las propias palabras, sino la música propia. Podría haber desarrollado más el don de la escritura que el de la lectura.

Ojalá hubiese ido a clases de ballet cuando era pequeña para ahora saber mantenerme en equilibrio en la cuerda floja del día a día. Ojalá también algún arte marcial para poder enfrentarme al monstruo de debajo de mi cama y al que me convierto ciertas noches de luna nueva.

Debí aprovechar las oportunidades que tantas veces dejé pasar. Hacer caso a mi madre cuando me decía que entendería las cosas cuando fuese mayor en vez de alimentar mi ego. Defenderme como me enseñó mi padre.

Mi diario debería haber sido de sueños, y tendría ahora más de mil historias que leer cuando no puedo dormir.

Debería haber dicho todo lo que pensé, a riesgo de herir(me). Tendría que haber sido más valiente. Podría haber aprendido a quererme antes.

Pero no sería yo.

domingo, 15 de julio de 2012

Los cinco pares.

Mi sistema sensorial ya no funciona correctamente, pues ha creado una correlación con los cinco elementos y ahora estás en todas partes.

El olor a comida recién hecha es desayunos en tu cama y cenas fuera de casa. El olor a hierba es la siesta en el parque las tardes de verano. Limón y menta son ahora tu colonia, y muero por enfrascar el olor de tu pelo recién lavado. Como el agua en el que se diluyen las rosas para obtener su perfume, yo me diluyo en ti.

El tacto de las sábanas se ha vuelto piel, y me enredo en ellas como si de tus manos se tratasen. Me escondo, giro y duermo acunada. El agua de la ducha ya no es agua sino lengua y saliva, y acaricia cada zona de mi piel con tanta presión como pureza. Me sobra la ropa si estás cerca, y ahora en verano permanezco en estado febril. Como el fuego que destruye los bosques para empezar una nueva vida, yo ardo en ti.

El sabor del té recién hecho son tus besos a media tarde. El frescor de los helados me provocan sed de ti. Las fresas con leche condensada, cada orgasmo. Las lágrimas saladas de tristezas y alegrías. Como la tierra en la que crece el alimento, yo crezco en ti.

Ahora puedo escuchar el aire incluso cuando no está en movimiento. Escucho la risa de la brisa que me levanta la falda y se esconde entre mis piernas; me aferro a ella cuando no puedo coger tu mano. El piar de los pájaros cada mañana suena a despertares de besos. La pasión de las tormentas me mantiene atada a las horas en tu cama. Mi vida tiene ahora banda sonora. Como el aire que nos mantiene con vida, yo vivo en ti.

Te miro y te veo. Nos veo. Diviso dos senderos muchos kilómetros atrás, y que ahora son uno por el que caminamos juntos. Hay piedras con las que tropezar, muros que escalar y abismos que sortear. Pero qué es eso comparado con nosotros. La realidad no es cruda, sino fascinante. Somos éter, porque formamos un espacio que es sólo nuestro.

domingo, 8 de julio de 2012

Se está cayendo el cielo.

Cuando las opciones escasean y el futuro comienza a derrumbarse, ¿es mejor dejar que caiga todo y después caminar entre las ruinas o echar a correr esquivando sus proyectiles?

En el primer caso habrá una espera irritante y después un camino tortuoso.
El segundo conlleva un mayor riesgo.

domingo, 1 de julio de 2012

La cicatriz es el recuerdo de la herida.

cicatriz.
(Del lat. cicātrix, -īcis).
1. f. Señal que queda en los tejidos orgánicos después de curada una herida o llaga.
2. f. Impresión que queda en el ánimo por algún sentimiento pasado. 

Pienso en mí misma, y en lo tranquila que era de pequeña. Si nunca hice travesuras, ¿de dónde han salido todas estas cicatrices que marcan mi piel? Recuerdo cómo al bajar de un árbol me rocé con una rama y me hice la del antebrazo. Recuerdo que caí de espaldas jugando al fútbol y me hice la de la rabadilla. Las cicatrices de rodillas, ingles y cadera sé que fueron por una caída en la piscina cuando podía decir mi edad con los dedos de una mano. Todas las demás son cicatrices en blanco, no sólo por su color.

La caída en la piscina fueron unos rasguños, pero hubo una temporada que tuve las rodillas blancas; ahora se ve menos. La del brazo ni siquiera sangró. La menos imponente y en su momento realmente dolorosa fue la del fútbol.

A pesar de esos pocos e insuficientes argumentos, sé que estoy en lo cierto si digo que, cuanto mayor es la cicatriz, menor fue el daño.

Nuestro cerebro está programado para olvidar los sentimientos más agudos con los que ha trabajado. Y, sin duda alguna, el dolor es el más intenso, únicamente equiparado con el miedo. Cuanto más fuerte fue el dolor, menos lo recordamos.

Situaciones desagradables, palabras dichas o excluidas, acciones impulsivas... De ellas ha quedado la sensación desagradable que dejó el dolor. Piensas en lo que ocurrió "Estábamos los dos, de pie, él me dijo algo y sé que fue muy duro, porque no pude evitar echarme a llorar.", pero todo el recuerdo está borroso e inconcluso.

Nos miramos de forma introspectiva y vemos un parche aquí, otro allá, una tirita de elefantes, unos puntos mal dados. ¿De dónde ha salido todo eso, que yo no lo recuerdo? El tiempo ha pasado, la herida se ha cerrado con el olvido y quedan los remiendos propios o ajenos.

Pero del olvido no se aprende, por eso conservamos otras sensaciones. Miro los elefantes y pienso que debo ser más comprensiva con papá. Miro los puntos y sé que en el amor no sólo hay besos y dulces palabras, y que debo tener más cuidado a la hora de elegir en quién confiar.

El dolor no nos hace más fuertes, a no ser que lo tomemos como el primer suceso del principio de causalidad. El dolor es debido a la herida, que cicatriza y nos enseña. Las muchas heridas producen un sentimiento de inseguridad, nos hace sentir frágiles. Pero son las enseñanzas adquiridas lo que nos hace fuertes.

Aún así, es un alivio que, como un iceberg, se vea poco en la superficie del dolor más profundo. No se presume de las heridas de guerra, porque todos sabemos que algo se perdió en la batalla.

jueves, 28 de junio de 2012

Capítulo 7.

   Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
   Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Rayuela, de Julio Cortázar.

jueves, 21 de junio de 2012

Tres.

Soy Paris y sostengo la manzana de la discordia. Me debato entre las tres direcciones que puede tomar mi vida. ¿Poder? ¿Sabiduría? ¿Amor? Se desnudan ante mí y continúo deslumbrado. Pero elijo el amor. Siempre el amor.

Soy una manzana que cae del árbol sin golpear a nadie en la cabeza, sin provocar alguna idea revolucionaria. Ruedo por el césped y un conejo con prisa aparece y me come.

Soy el bocado que duerme a la princesa. El objetivo de la flecha en el arco, temblando sobre una cabeza. El pago por la educación de un hijo y una muestra de agradecimiento. Soy quien descubre el bien y el mal al hombre.

miércoles, 20 de junio de 2012

Somebody that I used to know, Goyte.

De vez en cuando pienso en cuando estábamos juntos. Pienso en cuando me decías que eras tan feliz que podrías morir en ese mismo instante. Me decía a mí mismo que eras perfecta para mí, pero me sentía tan solo a tu lado. Y aunque sé que era amor, es un dolor que aún recuerdo.

Puedes volverte adicto a cualquier tipo de tristeza, puedes buscar en todas partes el maldito final. Pero cuando dejó de tener sentido y dijiste que al menos podíamos ser amigos, debo admitir que me alegré de que todo hubiese terminado.

Pero no tenías que por qué cortar todos nuestros lazos, distanciarte de esta forma. Hacer como si nunca hubiese ocurrido lo nuestro, como si no hubiésemos sido nada. Ya no necesito tu amor, pero que me trates como un extraño resulta muy duro.

No tenías por qué caer tan bajo. ¿Han recogido tus amigos tus discos y cambiado tu número? ¿Tiraste todos mis regalos? ¿Nuestros recuerdos? Creo que no hacía falta llegar a este punto, pero ahora simplemente eres alguien a quien solía conocer.

Aún de vez en cuando pienso en todas las veces que me hiciste daño, todas las veces que creí que era mi culpa. Quiero dejar de vivir así, dando importancia a todo lo que me dices. Dijiste que podía dejar ir lo nuestro, que no volvería a encontrarte colgada de alguien a quien solías conocer, colgada otra vez de mí.

domingo, 17 de junio de 2012

Artificial.

Quería ser exótica, por lo cambió su pelo oscuro por el fuego, y decidió esconder con él sus salvajes cejas y sus orejas ligeramente grandes. Prefería el azul para sus tristes ojos marrones. Siempre llevaba maquillaje para cubrir la cicatriz que dejó la hebilla de un cinturón en su mejilla. Las uñas postizas cubrían sus malos hábitos.

Él se enamoró de las raíces de su pelo, de las orejas que se entreveían tras el fuego. Y también de sus cejas, escondidas bajo el flequillo. Del color de sus ojos, que podía apreciar tras la lentilla izquierda mal colocada. De la cicatriz que adivinaba en su mejilla. De sus uñas, pues una quedó expuesta tras un desafortunado golpe en la taza de su caramel macchiato.

Se enamoró de lo que ella no quería ser, por eso no pudieron ser nada.

viernes, 15 de junio de 2012

Dos.

Soy un viejo mueble lleno de recuerdos. Un viejo mueble que vuelve a ver la luz tras años en el trastero. Un viejo mueble restaurado por unas manos firmes y delicadas. Un viejo mueble con su correspondiente olor a viejo y barniz.

miércoles, 13 de junio de 2012

Me declaro culpable.

Yo, confieso.

Confieso que te busco por la calle e imagino encontrarte entre la gente. Que coincidimos en el tren o nos cruzamos en la estación. Confieso que invento otras formas de conocerte y que siempre tienen el mismo final.

Confieso que te pienso en mi casa, en el metro y en el autobús. En la cafetería y cuando estoy de compras. En el coche mientras canto esa canción. En mitad de la pista de baile y en la barra del bar. Te pienso y se me escapa la sonrisa, y si la gente me mira con curiosidad no me importa, mejor que no sepan que estoy recordando tus caricias.

Confieso que estás en mi cabeza las veinticuatro horas del día. Mientras duermo, te sueño. Cuando me despierto, te busco en mi cama. Te busco tras de mí en el espejo del baño mientras me cepillo los dientes. Busco tu ayuda en la cocina mientras preparo desayuno, comida, merienda o cena. Si estoy estudiando estás en segundo plano, atento a algún desliz por mi parte para colarte en el primero, lo cual ocurre muy a menudo. Antes de dormir busco mi beso de buenas noches, y tras el segundo sueño busco las caricias de madrugada.

Confieso que pienso en ti a cada palabra que escribo y tu imagen me asalta a cada palabra que pienso. Si estoy leyendo surges con cada frase ya dicha por tu boca para despistarme y perder el hilo del relato.

Confieso que ya te imaginé antes de conocerte. Que eras protagonista en todas mis historias. Que soñaba con tus labios conquistadores y tus manos de pianista. Que dormía entre tus brazos y me despertaba con tus besos. Que me rescatabas de mí misma.

Confieso que eres mi objeto de deseo. Que toda mi ropa ya ha estado en el suelo de tu habitación, en el respaldo de tu silla y entre tus sábanas. Que he perdido varios coleteros y un par de medias. Confieso que termino siempre con agujetas y que muero por tus cosquillas.

Confieso que he imaginado, más de lo que quiero admitir, mi vida junto a ti. Dormir juntos todas las noches de la semana. Cocinar platos nuevos. Salir a cenar y al teatro una vez al mes. Hacer café o té para dos y compartir un baño de burbujas. Una gran biblioteca. Pelearnos por qué música escuchar durante la tarde. La película tras la cena. Inviernos y tormentas de verano. Las noches de hotel durante viajes fortuitos. Un enlace. El nombre de los niños. Incluso la decoración de nuestra casa.

Confieso que es por ti por lo que intento superarme, ser mejor persona, para merecer tu afecto. Confieso que busco tu aprobación en mis acciones porque sólo me interesa tu opinión.

No quiero conocer mis derechos y no me importa que todo esto sea utilizado en mi contra. Me declaro culpable. Culpable de quererte.

lunes, 11 de junio de 2012

Lo que amamos.

Amamos lo que amamos. La razón no entra en juego. En muchos aspectos, el amor más insensato es el amor más verdadero. Cualquiera puede amar algo por algún motivo. Eso es tan fácil como meterse un penique en el bolsillo. Pero amar algo a pesar de algo es otra cosa. Conocer los defectos y amarlos también. Eso es inusual, puro y perfecto.
El temor de un hombre sabio, Patrick Rothfuss.

domingo, 10 de junio de 2012

Las cosas que no nos dijimos.

Yo buscaba las palabras en tus ojos y tú mirabas tus manos vacías. Las manos que tantas veces me habían acariciado el alma.

No te dije que me dolían tus idas y venidas. La voz alzada. El tono emponzoñado. La burla, el escepticismo y la obstinación.

No me dijiste que te dolía el roce de mis manos. Los desvíos de mi mirada. Mi sumisión. Mi mutismo. Mis trastornos.

sábado, 9 de junio de 2012

Uno.

Soy una habitación cerrada durante más de tres cuartas partes cada día. La brisa fresca que entra por el balcón. Los rayos de sol que se cuelan por los agujeros de la persiana bajada.

viernes, 8 de junio de 2012

Starring role, Marina & The Diamonds.

Fuiste siempre un tipo duro. Y yo, tonta de mí, decidí jugar a enamorarte. Decidí llegar a tu frío corazón y procurarle un soplo de calor.

Debería haber aprendido que tu atención no era amor y que, con el tiempo, tampoco surgiría.

Siempre estás rígido cuando te abrazo. Es difícil mantener una conversación contigo. Nunca consigo dormir cuando estás en mi cama. Sólo obtengo de ti un latido de buenas noches y yo no puedo evitar volverme una estatua. Depresiva, porque sólo te abres cuando nos desnudamos.

A veces decido ignorarte para poder mantener el control. Pero realmente te adoro, por lo que no puedo dejarte ir. 

Me he alimentado con fantasías que cubren todo lo que está mal:
—Vamos cariño, emborrachémonos. Olvidemos que no nos llevamos bien.

Mi piel se vuelve áspera cuando me tocas. Mis labios, agridulces.
No me quieres, y nunca te diré cómo me siento.

Parece una broma interpretar cualquier papel cuando no es el de protagonista en tu corazón. Prefiero actuar sola a representar un rol secundario, si no puedo obtener el principal.

Nunca pedí amor, nunca tuve que arreglar mi corazón porque antes de que comenzara una historia siempre vi el final. Pero llegaste tú. Mi excepción. Y lo cambiaste todo. Así que esperaré que te abras, que te entregues a mí, pero sé que no vas a darme nada. Y yo sé que nunca te liberaré.

Un cordial saludo desde el infierno.

El cuento de la canción.

Toda canción está inspirada en una historia. Y toda historia inspira una canción.

Mediante la etiqueta homónima al título de esta entrada quiero reunir las historias que susurran ciertas canciones que, por no estar en nuestro idioma, muchas veces no terminamos de comprender. Será una simple traducción, aunque algo adaptada para crear una mayor coherencia.

El título estará formado por la canción y su intérprete: Canción, Intérprete.
En la historia, el texto en cursiva será parte de la letra de la propia canción, que no siempre estará ordenada. El resto, un intento de dar forma.
Al final, un vídeo de la canción.

jueves, 7 de junio de 2012

Azúcar en mi cuerpo.

Te miro. Me miras. Nos miramos. Tumbados en la cama, mis ojos recorren tus ojos. Tus ojos recorren mi cuerpo. Piel con piel. Mi mano a tu nuca. Mi mano a tu espalda. Tu mano a mi cadera. Tu mano a mi pierna. Boca a boca.

Boca a boca. Boca a cuello. Boca a oreja. Boca a mentón. Boca a pecho. Y vuelta a empezar. Y a conquistar mi territorio. Si tus labios fuesen azúcar, yo sería lo más dulce que se pudiese encontrar.

martes, 5 de junio de 2012

Caminos escabrosos.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra dos veces. Yo creo que dos tropezones no son suficientes.

En nuestro camino aparecen algunas piedras que nos hacen perder un poco el equilibrio pero conseguimos mantenernos en pie y continuar. Sólo ha sido un susto.

Con otras no hay tanta suerte. Caminas sin ver la realidad, cuando el pie golpea la piedra y, a cámara lenta, como si fueses un mero espectador y no protagonista, ves cómo va disminuyendo el ángulo que hay entre tu cuerpo y el suelo. Una mueca de disgusto. Contraes el ceño. Pones tus manos delante de la cara para evitar daños mayores. Pero la caída es inminente, no hay dónde agarrarse. Ni quien te agarre. Vas inevitablemente de cabeza. Golpeas el suelo, y se llenan de rasguños tus manos. En unos minutos, las rodillas comenzarán a cambiar de color. Te duele el pecho, la cadera. Te duele hasta el alma. Pero, como en toda caída, lo que realmente duele es el orgullo.

Duele saber que, de haber estado algo más atento mientras andabas, podrías haber visto la piedra. Culpas a las nubes por decorar el cielo con esas formas que te han hecho mantener la cabeza bien alta. Culpas a los pájaros por poner banda sonora a tu camino y mejorar el momento. Culpas a la hierba por camuflar la piedra. El río se ensucia mientras limpias tus heridas.

Y, cuando lo que más quieres es salir corriendo y olvidarlo, quedas paralizado a la orilla del río. Cae una lágrima que apartas con rabia y las heridas escuecen. Y cae otra lágrima. Y otra. Y el río ahora se desliza por tus mejillas. Y el dolor se hace más soportable, porque quiere decir que la herida se está curando.

Tropezamos para aprender. Aprender que hay momentos difíciles. Aprender la singularidad de la soledad. Aprender a clavarnos nosotros mismos la aguja en la piel y coser. Aprender que el agua calma la sed y las lágrimas el alma. Aprender el yo humilde.

Y, si tropezamos de nuevo, es para recordar lo que ya habíamos aprendido.

lunes, 4 de junio de 2012

Ya puedes salir.

¿No has tenido nunca la sensación de que dentro de ti hay algo que sólo espera que le des una oportunidad para salir al exterior? ¿Una especie de energía adicional que no empleas, como el agua que se desploma por una cascada en lugar de caer a través de las turbinas?
Un mundo feliz, de Aldous Huxley.

domingo, 3 de junio de 2012

Entre el misterio y lo juvenil.

Paseando por un centro comercial una tarde de verano, te encontré. Estabas entre el misterio y lo juvenil, tan bien vestido. Tu mirada me decía: "te daré placer que aún no has conocido". Decidí hacerte mío.

Pasamos tan buenos ratos en el sofá, en la cama, en la piscina. Tumbados, sentados, recostados. Risas, miedos, sonrisas y alguna que otra lágrima. Éramos tan felices.

El tiempo pasó y, como ocurre siempre, nuestra relación se fue enfriando. Pero, aunque ya no estábamos tan unidos, yo siempre volvía a ti.

Un día te dejé ir con otra. Merecías que otras manos te acariciasen, necesitabas volver a dar todo lo que yo ya había obtenido.

Y no volviste. Y me dolió.
Odio que no me devuelvan los libros.

¿En qué momento decidimos ser lobo o cordero?

Cuando era pequeña, más que jugar con las muñecas o colorear, me gustaba leer. Y que me leyesen. Todas las noches, cuando mi padre me acostaba le decía: "por favor, papá, cuéntame un cuento". O bien se lo inventaba, aportando yo un poco de magia, o bien elegía uno de la estantería. Tengo aún el enorme libro de las 365 fábulas del que, antes del cuento, me leía la correspondiente de dicho día, aunque es cierto que no puede evitar leerlas del tirón la primera vez.

De las fábulas me gustaba, inevitablemente, conocer su moraleja: cómo el esfuerzo de la hormiga se ve recompensado cuando llega el invierno, el patito feo encontrando su hogar tras varios percances, la excesiva confianza de la liebre que le cuesta la carrera... ¡Me enseñaban tantas cosas para ser una gran persona! Del resto sólo tengo un vago recuerdo, pero sí retengo la necesidad de no cometer las meteduras de pata que esos animalitos ya habían cometido por mí. Porque es cierto que de los errores se aprende, y más cierto es aún que no sólo de los propios. ¡Qué gran hormiga iba a ser!

Ahora que soy más mayor, e intento creer que un poco más consciente de mis acciones, procuro hacer las cosas de la forma correcta. Por mí, y también por los demás. Lo considero el pago gustoso de los minutos que robaba a mi padre de descanso y a mí misma de sueño. Desde luego aprendí con el conejo, el lobo y el rey que no se da para recibir, pero también es verdad que si recibes, debes dar las gracias. Y yo intento agradecer con hechos y, por qué no, también con palabras.

Puesto que todos aquellos animalitos que no se habían portado adecuadamente siempre recibían su castigo, mi lógica me había hecho creer que la realidad en la que vivo sería un reflejo de la del bosque, charco, corral o mar donde vivían mis tutores literarios. Y ese fue el error.

Cuando creces creyendo que la justicia siempre es justa, la decepción por la realidad golpea fuerte. El lobo no tiene que pagar por las casas derrumbadas y mediante el engaño consigue comerse a los cabritillos sin repercusión alguna, el patito queda marginado, el zorro prefiere la esclavitud del perro... todo está patas arriba y no hay tierra firme a la vista. ¿Quién decidió ser lobo?

Yo no puedo evitar preguntarme: cuando sea más mayor, y supongo que algo más consciente de mis acciones, cuando tenga que contar un cuento a una personita antes de irse a dormir, ¿será lo adecuado confundir su percepción de la realidad con la utopía de que los buenos siempre ganan? ¿Tendré que añadir al final de la historia: "La verdadera moraleja es que la cigarra se hubiese aprovechado del trabajo de la hormiga de todas formas, y además se habría atribuido todo el mérito de la colecta."?

Tal vez debería comenzar a leer mi libro de fábulas en voz alta en metro, tren y autobús para recordar que, después de tantos veranos con el mismo cuento, deberíamos cerrarle la puerta a la cigarra en las narices y echar la llave. ¿Cuándo se comerán las hormigas al lobo? ¿Terminará el bosque incendiado?

La selección natural ha su trabajo, pero no es fácil adivinar si para entonces sólo quedarán lobos y cigarras o corderos y hormigas. Señoras y señores, hagan sus apuestas.

sábado, 2 de junio de 2012

Anhelo, qué bonito nombre tienes.

Anhelo tus dedos rozando mis labios.
Anhelo tus labios rozando mi piel.
Anhelo tu piel bajo mis dedos.

Más dedos. Más labios.
Más piel.

Un nuevo comienzo.

Ya nada será igual. Ni igual que antes ni igual que después. Cada minuto será diferente del anterior y del siguiente. Cada segundo. Ya nada volverá a estar como estaba ni donde estaba; todo sucederá por primera vez y sin necesidad de precedentes ni de repeticiones. Como en la realidad, donde cada momento es nuevo, y para que algo ocurra no hace falta que haya pasado antes.
El viaje íntimo de la locura, de Roberto Iniesta.

Recordatorio.

Si pierdo las ganas de volar, recuérdame el tacto de las nubes.
Recuérdame los besos de aire.
Recuérdame el sonido de nuestro batir de alas.